Emma tenía apenas 3 años cuando, al cruzar por la Plaza 25 de Mayo, la enorme escultura llamó su atención. Sería quizá el imponente corcel apoyado sobre sus dos patas traseras o tal vez la mirada de ese hombre inmortalizado en bronce, de patillas largas y sombrero falucho, con la mano derecha en lo alto y su índice señalando el camino de la libertad. Ella no podría saberlo, claro, por eso le preguntó a su madre de quién se trataba. Daniela, su mamá, le explicó ese día por qué ese general se había ganado un lugar importante, no solo en cientos de paseos públicos de Argentina, Chile y Perú, naciones cuya liberación le debían, sino también de países como España, México, Ecuador, Austria, Alemania, Canadá y hasta del mismísimo Central Park, en Nueva York, donde el prócer sigue firme como protagonista de la independencia latinoamericana en la intersección de la Sexta Avenida y 59th St..
Sus héroes
A partir de ese día, Emma incluyó a San Martín entre sus ídolos y, a los 6 años, comenzó a elegir como sus libros de cabecera los que contaban la historia de aquel general heroico, la saga de Harry Potter y los que detallaban las características de los dinosaurios. Porque, si bien Emma siempre quiso ser paleontóloga, hubo algo en la historia de aquel héroe argentino que ganó su atención y que, por supuesto, superaba ampliamente a los de Marvel. Cuando salía de paseo, el destino obligado era el museo donde podía conocer siempre un poquito más de la historia de su héroe. Con los años y la inquietud de una pequeña en edad escolar, también ganaron su corazón los héroes de Malvinas, tal vez si entender del todo el porqué de aquella contienda tan despareja y cruel que golpeó hondo los sentimientos argentinos. Ella no necesitaba a lo mejor conocer demasiado de la historia para advertir que, tanto aquel general que cruzó los Andes como los jóvenes que pelearon en las islas del sur, tenían algo en común: el amor por la patria que ella, espontáneamente y grandiosamente sentía.
En ese repertorio de héroes que a su edad comenzaba a elegir, Emma también entregó su corazón a los Granaderos de San Martín, esa unidad de caballería del Ejército Argentino fundada en 1812 por el general y que supo ganarse el respeto y la admiración que perduran hasta el día de hoy. San Martín eligió ese nombre, el de «granaderos» como sinónimo de valentía, capacidad y arrojo, no porque arrojaran granadas (como los granaderos de Napoleón), sino porque eran un cuerpo de élite, los verdaderos elegidos en el arte de la guerra, detalles que Emma conoce a la perfección. Tanto significaban los granaderos en la vida de Emma que ya, a los 5 años cuando recibió el máximo honor en su jardín y fue elegida abanderada, para llevar el símbolo que tanto ama y defiende, la decisión fue inapelable: había que contarle a los granaderos. Fueron los primeros en saberlo. Con la ayuda de su mamá que tuvo que facilitarle los mecanismos para que pudiera grabar un mensaje y hacérselos llegar, los granaderos descubrieron en Emma una aliada, una afín, una pequeña granadera en potencia que irradiaba amor por San Martín, por su ejército, por los símbolos patrios y todo cuanto tuviera que ver con el sentir nacionalista. Emma los conquistó, pero no con armas ni estrategias de guerra, sino con su capacidad de sentir amor por su Nación, deseos de conocer a los que lucharon por su independencia y rendirles honores con su memoria e interés para que todas sus luchas, sacrificios y muertes no fueran en vano.
Reconocimiento granadero
Emma recibió en junio de este año una distinción que la Asociación de Granaderos Reservistas de la República Argentina le enviaron, especialmente, para reconocerla por su amor a la causa sanmartiniana. Con algo de nervios, pero segura y con el corazón henchido de emoción, Emma leyó, ya a sus 9 años, lo que los granaderos le enviaron y que hoy, significa uno de los regalos más lindos para atesorar: «Para la señorita Emma Agüero, amiga de todos los Granaderos del Gral. José de San Martín y del Museo histórico Provincial de Catamarca, felicitaciones!!». Mediante un acto formal, y ante las autoridades del museo y público en general, Emma recibió la distinción convirtiéndose en la primera niña en recibir tal reconocimiento. Fue el 16 de junio pasado, en un nuevo aniversario del golpe de 1955, cuando se recordó y se hizo entrega de diplomas y medallas a los familiares de los únicos tres héroes nacionales catamarqueños que combatieron en los atentados efectuados por la marina aeronaval y parte del ejército, al insubordinarse al entonces presidente de la República, Juan Domingo Perón. Dos granaderos catamarqueños murieron en aquel hecho, Ramón Antonio Cárdenas y Laudino Córdoba, mientras que Pedro Teófilo Bustamante, fue el héroe sobreviviente que, luego de contar su historia, – y esperar un reconocimiento en vida-, falleció a los 82 años de edad.
El sueño cumplido
En la mañana de hoy, Emma cumplió uno de sus sueños. Con motivo de celebrarse un nuevo paso a la inmortalidad del general del caballo ecuestre que la cautivó a sus 3 años, un grupo de granaderos arribaron a Catamarca para participar de numerosos actos en diferentes rincones de la provincia. Emma, estuvo desde temprano en la Plazoleta de la Bandera, esperando a los uniformados con sus imponentes trajes, charreteras y el llamativo morrión en la cabeza, inspirado en los ejércitos españoles y napoleónicos, y que San Martín eligió para sus soldados en el afán de inspirar altura y dureza ante los sablazos enemigos. La pequeña, vestida de dama antigua con un hermoso vestido rojo, participó del emocionante izamiento de la bandera junto a sus compañeros de colegio y luego, en el Museo Histórico, adonde inauguraron una muestra en honor a San Martín, pudo saludar a sus héroes. Pero, no solo fue un saludo, sino que el Coronel Sánchez, presidente de la Asociación Sanmartiniana Catamarca y su esposa, le entregaron el pin de la institución para hacerla miembro honorífico de la misma. El saludo de rigor, y también el de los «camaradas de sentimiento patrio» no se hizo esperar y Emma recibió emocionada el afecto de los granaderos que hoy visitaron su provincia.
Le resta aun conocer a los siete granaderos que custodian el cuerpo de José de San Martín, en el mausoleo en la Catedral de Buenos Aires; los restos de su casa en Yapeyú, Corrientes o la residencia del prócer en tierras mendocinas, mudos testigos de la epopeya sanmartiniana.
Pero, mientras la vida le regala la posibilidad de concretar sus grandiosos sueños, Emma sabe que tiene un rol, a lo mejor el mágico legado que el valiente general le cedió, subido a su brioso corcel aquel día en la plaza: el de ser fiel divulgadora antes sus compañeros y amigos, no solo de la historia de uno de nuestros más queridos y admirados héroes de la independencia, sino también de los hombres valerosos que lucharon a su lado, como los granaderos catamarqueños que esperan sean incluidos en las currículas de historia de nuestras escuelas. Simplemente para devolverles, con memoria, reconocimiento y honores el respeto que se ganaron.
Imágenes: Ministerio de Cultura, Turismo y Deporte / Ariel Pacheco
Agradecimiento: a los padres de Emma Agüero (por la historia y las imágenes), a la Directora del Museo y Archivo Histórico de Catamarca, Valeria Valdéz y a Pedro Bustamante – hijo del granadero catamarqueño Pedro Teófilo Bustamante, a quien tuve la dicha de entrevistar antes de su muerte- gracias por tu entrega, los conocimientos y la pasión por nuestra historia.
Mónica Leiva